sábado, 23 de noviembre de 2013

sábado, 16 de noviembre de 2013

Textos viejos III - La estética de Katsuhiro Otomo

Un texto que escribí para la clase de Estética en la facultad. 

Uno de los puntos más controvertidos del estudio de las leyes de la naturaleza es aquel que se refiere a la retrocausalidad. Es decir, cuando los efectos anteceden a las causas. Sin duda, podemos afirmar que la búsqueda del origen de las cosas, las causas, ha sido la piedra angular de la filosofía desde tiempos inmemoriales, pues todo se reduce a la pregunta “¿Por qué?”. Sin embargo, en tiempos más recientes, al hablar de singularidades, los científicos han señalado que en estos casos, los efectos podrían preceder a las causas. ¿Significa esto que tendríamos que retroceder hasta el inicio del universo para ver cómo sucede esto? ¿No existe alguna forma más sencilla? ¿Qué tal si echamos un vistazo al arte?

La obra de Katsuhito Otomo siempre se ha caracterizado por presentar una visión muy particular de la realidad, pues ha logrado algo que pocos artistas no occidentales consiguen: tener un sello distintivo que permite identificar una obra suya de inmediato; al igual que Hayao Miyazaki, cuyo trabajo poco a poco se ha permeado en la cosmovisión occidental, la obra de Otomo siempre se muestra única e irrepetible. Ya sea que trate temas del pasado, como en Barefoot Gen, en el que hace una visita a los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, o en el caso de Akira, que se sitúa en el futuro, en una sociedad distópica.            

Al igual que en la retrocausalidad, en la que los efectos preceden a las causas, en la obra de Katsuhiro Otomo podemos encontrar recuerdos de cosas que aún no suceden; imágenes que no hemos visto y que, sin embargo, nos resultan familiares; sonidos que no están ahí y que hemos escuchado en algún lugar. Tal es el caso de la obra que nos concierne en el presente trabajo, Memories, que se compone a su vez de tres piezas cortas: dos de ellas dirigidas por otros, Magnetic Rose y Stink Bomb, y una tercera, dirigida por el mismo Otomo, Cannon Fodder.

En la primera pieza de la película, Magnetic Rose, dirigida por Koji Morimoto se nos presenta un futuro que, curiosamente, está compuesto de hechos pasados. La nostalgia a la que se enfrentan los viajeros del Corona se muestra como una peligrosa trampa envuelta en el delicioso placer de la añoranza. Ya sea que se trate de recordar a una hija perdida, un amor pasado o glorias que quedaron atrás, los recuerdos se muestran seductores y no es difícil abandonar todo y entregarse a ellos. En el corto, se dan cita la animación tradicional japonesa, el anime, y las influencias estadounidenses y europeas. Por un lado, los trazos se alejan de lo usualmente visto en anime, mientras que mantienen un enlace a lo que dicta la tradición; por otro, lo clásico se reúne con lo novedoso en cuanto a la música se refiere, pues hace uso de Un bel di, vedremo de María Callas y de otras piezas que reflejan el progreso de la historia a través de la intensidad de la música.

 En el segundo corto, Stink Bomb, dirigido por Tensai Okamura, podemos observar una vez más la unión de lo tradicionalmente japonés con las influencias americanas en cuanto a los trazos se refiere. En este corto, sin duda un entremés entre el primer y tercer acto (ambos cargados de emotividad y reflexión), la risa es un elemento clave, pues aunque trata un tema serio, el miedo a la otredad, se presenta de tal modo que se hace ligero, que no significa lo mismo que leve. En cuanto a la música, podemos encontrar algo propiamente estadounidense: el jazz y el funk. Estas melodías añaden profundidad al caos mostrado por el director y además funcionan como el soporte en el que está basada la misma comicidad de la obra.
            
Por último, encontramos el corto Cannon Fodder, dirigido por el mismo Otomo y que, a pesar de ser el más corto de los tres en cuanto a duración se refiere, no deja de ser uno de los que tienen mayor trascendencia. Con trazos que recuerdan a la animación europea, propiamente a la francesa, el director logra esa sensación de incomodidad constante que sólo se presenta cuando uno tiene la certeza de que hay algo podrido en el ambiente. En este corto nos adentramos en la vida de una pequeña familia en una ciudad dedicada a la guerra. Todo mundo se entrena y se prepara para un enemigo que desconocen y que, sin embargo, debe ser destruido. Una vez más, el miedo a la otredad se hace presente en la obra de Otomo. La narrativa de este corto se distingue de las demás pues es un movimiento continuo. A través de diversas técnicas de animación, Katsuhiro Otomo logra una fluidez impresionante que hace que un evento siga a otro como si nada. La música de este corto, avant-garde y orquestal, es una adición tremenda para la obra que concluye con un final abierto y que, sin duda, nos deja queriendo más. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Día del Libro

Ayer fue el Día Nacional de Libro aquí en México, una celebración medio inventada, pero bueno, ya qué. Para celebrar, un meme literario.

1. Uno que leí de una sentada: "After dark" de Haruki Murakami, literalmente lo leí en menos de una tarde.

2. Uno que me demoré mucho en leer: "Amadís de Gaula", aún no lo termino. 

3. Uno que sea un placer culposo: "Diario íntimo de un guacarróquer" de Armando Vega-Gil, no me causa culpa, pero no todos mis camaradas ven lo literario. Creo. Tal vez sólo les parece de mal gusto.

 4. Uno que le gusta a todos (o a muchos) pero no a mí: "El Psicoanalista" de John Katzenbach o la saga de Crepúsculo, ja.

5. Uno de viajes: "Contacto" de Carl Sagan.

6. Uno de un Nobel: "Por quién doblan las campanas" de Ernest Hemingway, esos horrores de la guerra. 

7. Uno muy divertido: "El Decamerón" de Boccaccio. Hilarante de principio a fin.   

8. Uno para leer por fragmentos: "Rayuela" de Julio Cortázar, como la Biblia, uno puede leer un fragmento nomás y encontrar algo.

9. Uno con una excelente versión cinematográfica: "A Clockwork Orange" de Anthony Burgess. Esa película es mi favorita, la neta. 

10. Uno con una pésima versión cinematográfica: "Los tres mosqueteros" de Alejandro Dumas. El último mugrero que hicieron (con Orlando Bloom y alguien más) fue eso: un mugrero. 

11. Uno que lo haya motivado a visitar algún lugar: "Cosmos" de Carl Sagan. Segunda aparición de este autor aquí. Hizo que me dieran ganas de acercarme al planetario.

12. Una biografía: Mmmm, creo que no he leído biografías, por alguna razón siempre les he sacado la vuelta. 

13. El primer libro que leí en la vida: “Las aventuras de Tom Sawyer" de Mark Twain, tenía como 11 años.  

14. Uno que haya odiado hace años y hoy admire: "Marianela" de Benito Pérez Galdós. Sigue sin gustarme, pero ahora reconozco su valor histórico, ja.

15. Uno que haya amado hace años y del que hoy reniegue: Creo que ninguno. 

16. Uno ruso que sí haya leído: (¿que nadie lee a los rusos?) "La madre" de Máximo Gorki. Uno de mis libros favoritos y que todo mundo debería leer si lo que quiere es que le hierva la sangre. 

17. Uno de este año: "El futuro no será de nadie" de Óscar de la Borbolla. 

18. El que más veces he leído: "Los tres mosqueteros" de Alejandro Dumas. Sigo siendo un niño, mbre. 

19. Uno que me haya sorprendido por bueno: "Norwegian Wood" de Haruki Murakami. Primero leí sus cuentos y no se me hicieron precisamente espectaculares, pero este libro sí que me encantó.

20. Uno que me haya sorprendido por malo: "Crepúsculo" de Stephenie Meyer, sabía que iba a ser malo, pero no tenía idea de qué tan malo podía ser. 

21. Uno de cuentos: "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury. Un genio total. 

22. Uno de poemas: "Romancero gitano" de Federico García Lorca.

23. Uno que me gustaría volver a leer en la vejez: Todos los cómics de Calvin & Hobbes.

24. Uno que no le prestaría a nadie: Mi ejemplar autografiado de "100 años de soledad" de Gabriel García Márquez.   

25. Uno para aprender a perder: "Revolutionary road" de Richard Yates. Incómoda de principio a fin. 

26. Uno que asocie con la música que me gusta: "Cuentos de imaginación y misterio" de Edgar Allan Poe. Literatura de horror y heavy metal, cómo no. 

27. Un libro que me regalaron y no me gustó: Hasta ahora he tenido la suerte de que la gente me conozca antes de regalarme libros, así que me ha ido bien. Puro libro que sí me gusta.  

28. Uno que me haya asustado: Creo que ninguno, mmm, me falta leer más literatura de horror. 

29. Uno que me haya robado: "Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques" de Burroughs y Kerouac. Técnicamente no me lo robé yo. Técnicamente. 

30. Uno que pueda salvar vidas: a riesgo de caer en el lugar común, "El mundo y sus demonios" de Carl Sagan. Tercera aparición del autor. Sí, creo que la ciencia y la información pueden salvar vidas. 

martes, 12 de noviembre de 2013

Textos viejos II - La necesidad de un Colegio de Traductores e Intérpretes

Un texto de 2011 que escribí para un congreso en la Facultad de Filosofía y Letras.

Comenzaré diciendo que el tema y el título me causaron un dolor de cabeza a la hora de escogerlos. En un principio había pensado en discursar sobre la cuestión ética dentro de la traducción y luego, sobre el ámbito práctico de la licenciatura; pero, tal vez lo más correcto sería aclarar esto desde ahora y decir que trataré de hablar un poco de lo primero, otro poco de lo segundo y algo más de un tercer tema que me vino a la mente mientras pensaba qué decir acerca de los primeros dos: la necesidad de una institución que respalde a traductores e intérpretes por igual, que marque estándares a seguir, que sirva para crear una unidad en tan heterogéneo grupo y, por supuesto, que sea un punto de partida para los que van a terminar sus estudios y necesitan un pequeño empujón. Hablamos, claro, de un Colegio Profesional de Traductores e Intérpretes. Por lo tanto, me gustaría señalar que un nombre más adecuado para esta ponencia sería “La necesidad de un Colegio de Traductores e Intérpretes y un código deontológico apropiado”. La historia es más o menos la misma para todos: uno se inscribe en la escuela y, como cinco años y setenta materias después, se convierte en un orgulloso licenciado con su título bajo el brazo dispuesto a enfrentar el mundo. Al menos, ésa es la idea. Claro que para muchos viene la triste decepción. “Estás muy joven” y “El trabajo se lo dimos a alguien con más experiencia” suelen ser dos de las frases más escuchadas cuando uno está recién egresado de la carrera. ¿Qué opción queda? Refugiarse en el magisterio –y no estoy desdeñando para nada esta hermosa labor, yo mismo soy profesor de inglés en la UANL–; pero, ciertamente, muchos de los que ingresan en la licenciatura de traducción e interpretación lo hacen debido a sus escasas ganas de estar al frente de un grupo. Por supuesto, siempre hay más caminos, casi todos relacionados con call centers, que están más que satisfechos por tener a un experto en inglés entre sus filas. Una vez más, no se trata de menospreciar este empleo. Pero lo cierto es que no ingresamos a la educación superior con la idea de desempeñar una profesión que no sea aquella que estudiamos. Estudiamos traducción e interpretación y queremos ser eso: traductores e intérpretes. Es hora de encontrar el camino.

Primeramente, se deben identificar los problemas. Basta con hablar un poco con algunos de los aquí presentes o con darse un paseo por los distintos foros de Internet y nos toparemos con situaciones que son más comunes de lo que podríamos pensar y que van desde que uno cobra por página, el otro por palabra; éste cobra en pesos, aquél en dólares; teníamos un contrato, no, no es cierto hasta “sí, tú eres traductor, pero en realidad queremos a un ingeniero que sepa hablar inglés”. Así es, inconvenientes hay muchos y la intención del presente ensayo será proponer un esbozo de solución que, claro está, deberá apoyarse en opiniones y sugerencias de profesionales pues, si los problemas nos afectan a todos, las soluciones, por lo tanto, tendrán que venir de todos. Entonces, podemos identificar cinco grandes situaciones: la falta de un código propio de la profesión, la cuestión de los precios, el ámbito legal en las traducciones, la falta de espacios para que los estudiantes realicen prácticas profesionales y, por último, la imagen misma de los traductores e intérpretes ante la sociedad.

El primer punto a tratar y el que resultará ser el núcleo de la presente propuesta será el de la imperiosa necesidad de un código que regule el campo de la traducción. Es decir, hablar de ética en general resulta demasiado amplio y quedarnos solamente con la ética profesional podría no bastar. Debe existir algo más preciso y cercano a la traducción e interpretación. Hablamos de un código deontológico. Rodolfo Alarcón y Manuel Bernal hablan sobre la palabra “Deontología”, creada por Jeremy Bentham y su significado: “Ética profesional es lo que la pulcritud y refinamiento académico ha bautizado con el retumbante nombre de deontología. La palabra (…) aunque muy sonora, es de humilde ascendencia etimológica. –deos, ontos, logos– el tratado o estudio del deber ser[1]”

Con respecto a un código de deontología profesional, comentan:

Conscientes de la importancia y de las responsabilidades morales inherentes a las profesiones, muchas asociacionesnacionales (…) han construido, desde hace tiempo, códigos oficiales de deontología profesional, los cuales contienen una colección de normas de comportamiento.

(…) estas asociaciones tienen un estatuto público y sus códigos (…) gozan, por lo tanto, del aval de las leyes del Estado y su autoridad las puede hacer valer coercitivamente. Pero, por encima de las normas de carácter jurídico coactivamente exigibles, estos códigos tienen también orientaciones generales de naturaleza propiamente ética (…)

Estos códigos constituyen, pues, una buena guía para la elaboración de una ética profesional, propiamente dicha, sea en lo referente a la parte normativa, sea en lo relativo a los fundamentos básicos.[2]

Es decir, podemos pensar en un código deontológico como una serie de señalamientos que nos dirán qué hacer y qué no hacer con respecto a nuestra práctica profesional y, si bien se supone que, al graduarse el alumno, la universidad, en nombre de toda la sociedad y con autorización del gobierno, lo considera idóneo para el ejercicio, nunca estará de más un pequeño recordatorio sobre el correcto proceder y que, además, servirá como la piedra angular para el resto de las cuestiones aquí planteadas. Conforme avancemos en el presente trabajo iremos construyendo poco a poco nuestro código deontológico. Primeramente había que definirlo, cosa que ya hemos hecho: una guía del correcto proceder profesional. Ahora, aquí cabría hacer la primera propuesta: la modificación del plan de estudios para incluir el código deontológico como parte de la formación académica del estudiante de traducción. Hay que recordar que solamente lo hemos definido, aún no lo construimos, por lo tanto, habremos de retomar este punto al término de la ponencia. ¿Por qué resulta pertinente esto? Porque para que un cambio resulte efectivo, debe hacerse desde la raíz. Debemos ir hasta la concepción misma de la profesión del traductor dentro de la cultura mexicana y, para realizar esto, debemos comenzar por cambiar la mentalidad de los alumnos con respecto a su carrera y, la única manera de lograrlo, será a través de un código que les sirva de guía.

Comencemos pues, con la construcción del mismo. Hay que recordar que el objetivo final es que toda esta teoría pueda ser llevada a la práctica. Después de todo, traducimos para comer; por ende, hay que hablar de dinero. Aquí podemos hacer una referencia a Quino y su tira Mafalda; en particular al personaje de Libertad y su mamá, que es traductora. Libertad comenta que el último pollo que comieron fue escrito por Jean-Paul Sartre. Definitivamente, lo nuestro es ir tras la chuleta, lo que es perfectamente válido; pero, para hacer esto, hay que perderle el miedo al dinero. ¿A qué nos referimos con esto? A que, a veces, con tal de quedarnos con un trabajo, terminamos abaratando nuestra labor o, simplemente, somos muy malos para cobrar. La estandarización será el primer paso para la creación de nuestro código, que a su vez nos llevará al Colegio Profesional de Traductores e Intérpretes. ¿A qué nos referimos con estandarización? A que no pueden continuar prácticas como cobrar por página o por palabra de manera arbitraria. Hay que señalar un tabulado detallado de los costos idóneos. Eso se convertirá en dos cosas: la seguridad del cliente de que no lo están estafando y en la herramienta perfecta para vender nuestro trabajo, porque entonces ya no será cuestión de precios, sino de calidad. Con esto se buscará eliminar la tendencia de abaratar el mercado. ¿Cómo llegar a este listado de precios? A través de la colaboración. Son dos las grandes universidades de Nuevo León: La Universidad Autónoma de Nuevo León y el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey; sin embargo, sólo la primera ofrece la licenciatura en traducción e interpretación; por lo tanto, será menester que esta universidad se encargue de entablar el diálogo con los distintos profesionales de la traducción a través del estado para llegar a un común acuerdo sobre los aranceles adecuados. Una vez más, resolver esta situación será comenzar a sentar las bases que servirán a nuestro Colegio de Traductores e Intérpretes, que, sobra decirlo, se verán respaldados por el mismo cuando se trate de realizar algún cobro. Lo que nos lleva al segundo punto.

Los traductores en términos de la legalidad: ¿Qué pasa con los textos literarios, manuales, informes y demás contenido que vamos a llevar de una cultura a otra? ¿Quién se queda con los derechos de autor? ¿El traductor? Difícilmente. Es necesario emprender la formación de una cultura de la legalidad que le sirva al profesional de la traducción para proteger su trabajo y a él mismo. En horrible situación se encuentran quienes, a mitad de un proyecto, reciben el aviso de que todo se cancela y gracias por sus servicios. En muchos de los casos, no existirá un contrato que estipule las condiciones de trabajo y lo que pasaría en caso de una repentina cancelación. No, probablemente hubo un apretón de manos –si es que se llegaron a ver, puesto que ahora ni siquiera es necesario salir de casa para trabajar– y, si la suerte está de parte del traductor, un anticipo. Y nada más. Ésta es una de las situaciones que deben cambiar. Con la creación de un organismo que proteja a los traductores e intérpretes, será posible transformar esta realidad. De igual modo, serviría para orientarlos en cuanto a sus obligaciones fiscales se refiere. Cosa que, si bien no es tan complicada, ciertamente puede volverse un dolor de cabeza. Estar dentro de un marco de la legalidad será la solución a otro de los problemas frecuentes del mundo de la traducción y un punto más dentro de nuestro código deontológico.

Recordemos que estamos proponiendo la creación del Colegio de Traductores e intérpretes desde la Universidad Autónoma de Nuevo León ya que, de las dos grandes universidades del estado, es la única que cuenta con una licenciatura dedicada especialmente a esta actividad. Por consiguiente, como toda universidad, necesita que sus educandos tengan algo de experiencia profesional antes de que ser egresados. Sin embargo, aquí nos topamos con una dificultad; ya que los alumnos de Ciencias del Lenguaje se ven en la necesidad de dar clases para satisfacer el requisito de completar el Servicio Social –aún cuando el Reglamento del Servicio Social no lo señale–. Si bien el interés de éste es, precisamente, prestar un servicio a la comunidad, no existe razón por la que no se pueda cumplir con lo que marca la ley y que, a la vez, sirva de práctica para el alumno. No todos tienen la vocación de ser maestros y muchas veces se pierde más al poner alumnos al frente de un grupo cuando claramente su lugar está en otra parte, probablemente detrás de un escritorio y con un diccionario en la mano. Es una situación de perder-perder. Ni los estudiantes de preparatoria obtienen lo que necesitan, ni el alumno gana aunque sea un poco de experiencia que sí sea relevante a su campo de estudio. Por otro lado, el coordinador del departamento de inglés recibe personas que no quieren estar ahí, que hacen algo que no les gusta y que sólo trastoca el orden que ellos intentan mantener. Vamos, no se trata de ponerse fatalistas, pero sí de señalar que es un problema que podría ser solucionado a través de lo propuesto en esta ponencia. Si existiese un Colegio de Traductores e Intérpretes, podría apoyarse con el Estado y la UANL y encontrar espacio para esos alumnos en puestos en los que sí resulten útiles. Una vez más, se trata de colaboración. Puede ser algo tan simple como buscar acomodo para unos alumnos a cambio de algún taller o curso, que, a fin de cuentas, nunca están de más. Siempre hay que buscar el perfeccionamiento de la profesión. Un punto más en nuestro código deontológico.

Por último, ¿qué pasa con la imagen pública y la concepción propia de los traductores e intérpretes? Aquí es donde se vuelve fundamental un Colegio Profesional de Traductores e Intérpretes. Ciertamente no será lo mismo tratar con un individuo que con un gremio. Un Colegio va a respaldar a los profesionales, va a buscar formas de beneficiarlos y de servir como la identidad que una a todos los dedicados a continuar la labor de San Jerónimo. Actualmente existen asociaciones como ATIMAC o la OMT; no obstante, pueden no resultar suficientes para dar abasto a todas las necesidades que surgen de un mundo en constante evolución como lo es el de la traducción y la interpretación. Un Colegio representaría la oportunidad de trabajar en conjunto por el bienestar de la profesión. ¿Qué pasa con aquellos que son ingenieros o arquitectos y que, por alguna razón, se convirtieron en traductores? ¿Quién habla por ellos? Un Colegio lo haría. Buscaría la forma de crear algún curso que los certificara como traductores, así como uno en el que ellos pudieran compartir su conocimiento como expertos en otro campo, de manera que aquellos que estudiaron la carrera de traducción puedan tener un panorama más amplio del mundo. El Colegio de Traductores e Intérpretes buscará que ocurra una situación ganar-ganar entre sus miembros. Podemos afirmar, por consiguiente, que sólo a través de la preparación continua y de la unión se podrá salir adelante en la sociedad del siglo XXI. Sólo a través de la unión se logrará transformar la imagen de los traductores e intérpretes.

Recapitulemos y concluyamos. Hemos hablado sobre diversos problemas a los que se enfrentan los profesionales de la traducción e interpretación: la cuestión económica, la legal, la de la experiencia o cómo empezar en el negocio de la traducción y la concepción que puede tener el mundo sobre los que nos dedicamos a esta profesión. La solución a todos estos problemas la vamos a encontrar en un código unificador –llámesele deontológico–  que marque la pauta a seguir y que sirva como el núcleo de una institución que respalde, oriente y regule a traductores e intérpretes por igual. Nuestro código deberá incluir las nociones de aranceles, el fomento a la legalidad, la preparación y la cooperación entre profesionales en aras de la mejora continua. Esta institución debe nacer de aquí, de las aulas de la Universidad Autónoma de Nuevo León, pues aquí es donde yace el material más valioso con el que contamos: los estudiantes, aquellos que están deseosos de aprender y que revolucionan constantemente el mundo. Éste es el lugar del que nuestra carrera debe abrevar sus conocimientos, pues es en las mentes jóvenes, las que aún no se ven corrompidas por pensamientos negativos y de impotencia, de donde surgirán las ideas que nos llevarán al futuro. Es posible, otras ramas del estudio lo han hecho. Ya existen precedentes, es hora de que nosotros también tomemos partido en lo que ocurre a nuestro alrededor, no podemos ser meros observadores, debemos convertirnos en participantes activos, debemos unirnos y luchar por una causa en común. Tenemos que trabajar juntos pues así, y sólo así, podremos llegar a algún lado.



[1] Alarcón, Rodolfo y Bernal, Manuel. Hacia una reflexión ética en la universidad. Centro de investigaciones para el desarrollo. Colombia, 2003.

[2] Ibídem

lunes, 11 de noviembre de 2013

Textos viejos I - El discurso políticamente correcto como forma de dominio social

Una ponencia que escribí junto con Raquel Domínguez hace ya un buen rato. La rescato nomás porque sí.

¿Cómo lograr dominar una nación? ¿Cómo lograr imponer una ideología? ¿Cómo triunfar en la conquista intelectual de un pueblo? La respuesta la encontramos en el lenguaje: la instrucción es muy clara: divide y vencerás. Pero, ¿cómo lograrlo? Mediante la confusión; si se consigue, el resultado será un pueblo sometido. Eso lo tienen muy claro quienes están en el poder, los que se encargan de servir como canal entre el pueblo y sus gobernantes, quienes se encargan de llevar el mensaje, quienes se encargan de transmitir la información. 


Un ejemplo claro lo proporciona George Orwell: la neolengua. En su novela, 1984, se habla de la manipulación del lenguaje para lograr la dominación de un pueblo a través de un idioma simplificado que se ve despojado de todo concepto que pudiera suponer un peligro para el orden establecido. En el texto, se mencionan palabras tales como “buensexo” que reemplaza la noción de “castidad”, “nobueno” que hace lo propio con “malo” o “bienpensadamente” que sustituye a “de manera ortodoxa”. Es decir, se eliminan los significados no deseados de la palabra de modo que la libertad de pensamiento no exista en la mente de los hablantes. 



Habrá que hacer un pequeño paréntesis para comentar que, ciertamente, la primera restricción a la que se enfrenta el ser humano es del tipo lingüístico; pues el lenguaje es lo primero que percibe, incluso mientras está en el vientre materno. Cabe señalar que, además, los conceptos de cultura y lenguaje se encuentran íntimamente ligados: uno no puede existir sin el otro. El lenguaje es un producto cultural que, además de que depende, coexiste con la sociedad que lo instaura y lo modifica. Es por esto que se puede afirmar que la primera y última restricción cultural a la que se verá sometido el humano, es el lenguaje. 



Sin embargo, esto no quiere decir que la distopía presentada por Orwell sea una realidad a la que haya que someterse. Es el propósito de este ensayo invitar al público a realizar un análisis de la forma en la que el lenguaje es utilizado como un medio de manipulación, condicionamiento social y un modo de mantener la hegemonía. 



Quizás sería pertinente hablar un poco sobre cierta coacción que se encuentra presente en nuestro lenguaje, la ideología. Ésta determina no sólo nuestra manera de hablar, sino también el sentido de nuestras palabras, confiriéndoles no sólo sentido, sino también poder; ya sea de persuasión, de convocatoria, de consagración, rechazo, entre otros (Reboul, 139). 



La ideología en un principio fue considerada un peligro para el orden constituido, después, se le tomó como todas estas doctrinas que mantienen el orden establecido; actualmente, se tiene una concepción mucho más neutra, en la que se ve a la ideología como toda representación objetiva que se puede estudiar desde fuera, cuya función es servir de código implícito a una sociedad (141). Dicho código podrá expresar las experiencias de esta cultura y, sobre todo, justificar sus acciones así como sus conflictos. Cabe mencionar que uno de los aspectos más importantes de la ideología es que se encuentra al servicio del poder y su función es justificar su ejercicio, además de legitimar su existencia. 



Althusser distingue diferentes tipos de lo que él llama “aparatos ideológicos de estado”, los cuales pueden ser religiosos, escolares, familiares, jurídicos, políticos, sindicales, de información y culturales. Estos aparatos existen con el fin de establecer y preservar el poder del Estado; y funcionan por medio de ideologías, sólo en menor medida recurren a la violencia (Althusser.) 



La ideología es, pues, la justificación más o menos racional de un poder, el cual conserva un elemento sagrado que aquélla tiene por objetivo disimular. La ideología es profana en cuanto define un espacio de racionalidad que permite a los hombres coexistir, criticar, cuestionar, sin destruirse. Pero es sagrada por el hecho de que ejerce su violencia contra todos los que transgreden este espacio, los que emplean otras fórmulas, los que plantean otras preguntas que las que ella autoriza. Y a la vez legitima esta violencia bajo la apariencia de la razón (Reboul, 148) 



Las ideologías pueden manifestarse de muchas maneras distintas, mediante cosas como estructuras, actos y prácticas, instituciones, símbolos, entre otros. Sin embargo, es el lenguaje el lugar en donde la ideología ejerce directamente su función específica ya que no hay texto que no sea ideológico y ninguna palabra es inocente. 



Un recurso utilizado para estos fines, es el de la corrección política en el lenguaje. La definición que se usará en el presente trabajo del discurso políticamente correcto es la de uno que no busca excluir, sino que busca la unificación y la aceptación generalizada, es decir, una forma de expresión que pretende satisfacer a la mayor cantidad de gente posible sin ofender a nadie. Se puede afirmar que ha pasado a ser prácticamente un sinónimo del concepto de eufemismo ya que se encarga de servir como el instrumento más poderoso de una ideología, aquél que le sirve para ejercer su función específica, aquél que es usado para legitimar la violencia cuando el poder debe recurrir a ella, haciéndola parecer como derecho, necesidad o razón de Estado, en suma, disimulando su carácter de violencia. V.H. Lévy comenta que no sólo es un instrumento, sino que es la forma misma del poder. 



Freud hace notar cómo la sociedad recurre en un principio al totemismo y a la prohibición sexual, es decir al tabú, como una forma de control o restricción en la cual se muestra lo correcto o lo incorrecto para una sociedad en específico. Aquellos que violentasen las reglas en torno a estos dos conceptos, sufrirían las penas correspondientes, por lo que se puede afirmar que en las sociedades, no sólo las antiguas, se recurre al tótem, por ende al tabú, lo prohibido, como la manera de reprimir y mostrar el poder que se tiene sobre alguien. 



Esta visión de lo correcto e incorrecto continuó evolucionando a formas cada vez más organizadas que, se convirtieron en las grandes religiones. Un sistema de creencias que definía lo bueno, lo malo y una forma de pensar general, es decir, una misma moral aplicaba en todos los casos, aún cuando fueran diferentes individuos, todos estaban unidos por una religión en común, por lo tanto, podemos afirmar que en este tipo de estructuras, lo que era bueno para el individuo, era bueno para la comunidad. 



Maquiavelo señala que el gobernante está obligado a obedecer a la utilidad y la eficacia y no a la moral, es decir, quien tiene el poder debe pensar en lo que es útil, no correcto. Esta idea no sólo le concierne a la política, pues afecta de igual modo a la ciencia, las artes, los negocios y demás. ¿Debe detenerse un científico en su afán de progreso si la gente lo ve con malos ojos? ¿Debe un médico dejar sufrir a su paciente con tal de mantenerlo vivo un par de horas más? Surge entonces la pregunta: ¿Qué se debe hacer? Los humanos, como seres gregarios, deben buscar el balance entre ellos, como individuos, y los demás. Es decir, debe haber un punto medio entre la autonomía ética, lo que es correcto para el individuo, y la moral colectiva, lo que es correcto para un determinado grupo. 



El eufemismo, que nace del miedo, es la forma actual para medir lo correcto y lo incorrecto además de tener el propósito de suavizar la realidad, no de cambiarla; pretende maquillar algo desagradable para volverlo un poco más tolerable; nace de lo prohibido, de aquello que significa un peligro para lo establecido, una amenaza para las convenciones sociales y es, en el entendimiento maquiavélico de los gobernantes, la medida perfecta de control, la forma ideal de mantener a flote su ideología. 



El eufemismo, en su afán de proteger a la sociedad de algo “desagradable” engendra algo mucho peor: la confusión, la ambigüedad, la desinformación. Foucault, en su Historia de la Sexualidad acuña el término saber-poder, con el que explica que el conocimiento no es neutral ya que determina las relaciones de poder, quien tenga el saber, tendrá el poder. El gobierno, tiene el saber pero, cuando se trata de transmitirlo, la ambigüedad lingüística, mediante los eufemismos, mediante el discurso políticamente correcto, hace que este saber se vea obstaculizado y difícilmente llegue a alguien. 



Como corolario, podemos señalar que resulta incluso aún más preocupante que el uso tan común de la ambigüedad en el lenguaje, el poco interés demostrado para hacer algo por disipar esas penumbras lingüísticas que impiden apreciar el verdadero significado y propósito de las palabras. Por eso, es importante señalar que se debe fomentar una cultura del análisis, una cultura que cuestione, que busque la verdad, que no se conforme con obtener una información previamente digerida: se debe fomentar una cultura que entienda que el lenguaje es un arma poderosa que, en malas manos, es muy peligrosa, y que fenómenos como el lenguaje políticamente correcto poco a poco van minando la libertad. 







Bibliografía 



Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Freud y Lacan. 

www.philosophia.cl/Escuela de Filosofía Universidad ARCIS 


D’Urgell, Jaume. La bitácora de Jaume. Ciutadans y el Neolenguaje. 17 de febrero de 2010.http://jau.me/post/ciutadans-y-el-neolenguaje 



Foucault, Michel. Estética, ética y hermenéutica, (1978). Barcelona, Paidós, 1999. 



Reboul, Olivier. Lenguaje e ideología. México: Fondo de Cultura Económica, 1980

domingo, 10 de noviembre de 2013

Cobranza

Hoy me dediqué a cobrar, nada más. Reaprendí una gran lección: siempre pedir anticipo. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

Final Fantasy VII

El primer Final Fantasy que jugué fue el VII, fue en 1997, en un lugar llamado Club Nintendo en Cd. Victoria, lo jugué en un Playstation de aquellos años y recuerdo que no pasé del primer jefe, pero quedé encantado con el juego. Era lo máximo, así que lo quería. Se lo pedí a Santa Clos, que nomás no supo dar con él, así que se lo pedí a los Reyes Magos, que sí lograron conseguirlo. Final Fantasy VII para computadora en 1998. Uff. Lo mejor del mundo. Ahora, muchos años después, sigo disfrutándolo, sigo jugando y aún no lo he podido terminar. La primera vez vendí el juego. La segunda logré avanzar mucho, pero había problemas con el disco así que no pude seguir. La tercera logré conseguir un parche para avanzar en el juego y llegué hasta el final, pero la computadora se descompuso y ya no terminé. Ahora, la cuarta vez, me dispongo a terminarlo, pero en grande, con todos los logros conseguidos y de manera épica. Escribo esto como el niño de 1997 que se emocionó´con aquel videojuego.

Escribo esto mientras saco mi tarjeta de crédito para ordenar esto otro:

http://www.ebay.com/itm/Final-Fantasy-7-Collectible-Edition-Action-Figures-/221315785396?pt=US_Action_Figures&hash=item338772e2b4