domingo, 1 de septiembre de 2013

Misoginia y marchas

Ayer fue la Marcha de las Putas. mi novia me invitó y la acompañé. Era un evento significativo tanto para ella como para mí. En general no soy muy fan de las marchas. No es que no crea en ellas, es que no me gusta caminar bajo el sol, aunque sean unas pocas cuadras. Ni modo, soy gordo y no me gusta sudar. Por ahí leí una vez que el calor es el depredador natural de los gordos. Es completamente cierto. Prefiero que mi lucha sea en otro lado, de preferencia un lugar con aire acondicionado. Mi lucha, por así decirlo, es en las aulas. Como ya  he mencionado antes, me dedico a dar clases a adolescentes y, honestamente, creo que ahí está la oportunidad de oro, no en las calles, sino en las aulas. Bueno, no es que una excluya a la otra, pero no le veo mucha utilidad a que me digan consignas en las que ya creo de antemano, prefiero el diálogo uno a uno con mis alumnos al grito en el megáfono; pero esas son mis ideas. El caso es que ayer fue la marcha y, por desgracia, el poder de convocatoria fue muy poco. Apenas unas 60 o 70 personas, pero que no se rajaron y aguantaron todo lo que duró el evento, que además incluyó lectura de poesía, performances y hasta una tocada punk. La idea central era una: basta de violencia de género. Esta idea es algo que todo mundo debería tener presente siempre. Y bueno, hay todo tipo de violencia, no sólo la física, también está la psicológica, la de los medios de información, la publicitaria, la intelectual y más. No digo que sea fácil, a veces me sorprendo a mí mismo con algún comentario del que luego me arrepiento, pero sí creo que es algo que debe hacerse. Hay que cambiar nuestra forma de ver el mundo, ya sea en los salones o en las marchas, pero hay que cambiar. 

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