sábado, 26 de octubre de 2013

El regreso de Fantomas, la amenaza elegante


Hace muchos años, cuando era niño, mi papá solía ir a la revistería y, al regresar, decía “aquí dejo esto, pero no lo vayan a leer porque es porno”. Obviamente, lo primero que hacía yo era correr por el texto en cuestión. Y no, no era porno. Digo, al menos la mayoría de las veces. Era el cómic de “Fantomas” en la versión de Editorial Vid; es decir, me tocó crecer leyendo los argumentos de Hilda Zacour y no los de Sotero Garciarreyes, que son los que recuerda mi papá, o Gonzalo Martré, que fue responsable de las incontables referencias literarias y artísticas que hicieran tan diferente al personaje creado por Rubén Lara.

Muchos años después, en Zacatecas, tuve la oportunidad de estrenarme en el mundo de los congresos literarios con una ponencia sobre Fantomas. En general fue bien recibida y hasta conseguí el mail de una muchacha guapa. Éxito total, diría yo. Al poco tiempo, pude presentar la misma ponencia, corregida y aumentada, en Buenos Aires, Argentina. Una vez más, el público mostró interés en el cómic. Estas dos anécdotas deberán servir para darles una idea de cuánto me emocioné cuando escuché que se publicaría un nuevo libro sobre mi héroe de la infancia, aquel que guarda un sitio en mi memoria junto con Mafalda y Calvin & Hobbes como las lecturas que definieron mi forma de ver el mundo.

Encargué a una amiga un ejemplar del libro; por supuesto, no pudo conseguirlo. Yo no contaba con que mi papá, como hace muchos años, sí logró que le trajeran uno. La historia se repetía y las aventuras de la amenaza elegante eran llevadas a casa por mi señor padre, así que, en honor a este momento nietzscheano hice lo mismo que cuando era niño; es decir, me apoderé del libro antes de que otra persona lo agarrara; por desgracia, la lectura resultó decepcionante. Gonzalo Martré, otrora escritor de la serie, tomaba de nuevo la pluma para darle vida al personaje, pero más que resucitarlo, pareciera que lo convirtió en una especie de zombi. Un muerto viviente sin ánima alguna.

“El regreso de Fantomas, la amenaza elegante” es un texto agridulce, por así decirlo. Encontramos todos los elementos que hicieran tan maravilloso al personaje: ciencia ficción, literatura, arte, aforismos, lucha social y compromiso con los desamparados. Ahí estaba, la mezcla exacta de James Bond y Robin Hood; no obstante, también hizo presencia la amargura del escritor, que intentó realizar una especie de sátira que no pasó de  un mal chiste. Una broma que se gasta muy pronto y que fastidia al lector pues entorpece lo que, de otro modo, podría haber sido un buen texto. No sé qué pretendía Martré con episodios en donde Fantomas pasa al baño, sin duda uno de los momentos más lamentables del libro, por no mencionar que incluso usa la frase “donde el rey va solo” para referirse al sanitario. Así es, la amenaza pierde lo elegante y se come unos tacos de suadero que le provocan un malestar estomacal de tal magnitud que, al parecer, es digno de aparecer en la historia.

Pero no termina ahí. Martré también habla de la vida sexual de Fantomas, de cómo el Profesor Semo, figura paterna del protagonista, crea una superviagra y una especie de espermicida que es usado con las bellas asistentes quienes, además, son sodomizadas de vez en cuando, de acuerdo al autor, que parece bastante resentido por no formar parte del canon literario, pues no pierde la oportunidad de hablar de “ese grupo de escritores heterodoxos postergados perversamente por las mafias literarias, los críticos aburguesados, los editores ignorantes y los libreros fenicios”.


Correré con el riesgo de pertenecer a este grupo y diré que el libro de Martré y su versión de Fantomas no son sino un chiste de mal gusto y una vulgaridad que pasan con pena por las manos del lector, quien se hará un favor entre más pronto olvide este texto y corra a sus librerías de viejo a buscar aquellos cómics que dieran vida al legendario ladrón francés. 

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