jueves, 3 de octubre de 2013

Ojos llenos de sombra

Estoy escribiendo un texto para presentar el libro Ojos llenos de sombra de Raquel Castro, así que aprovecho la oportunidad para publicar por acá una breve reseña que escribí para La Rocka pero que por alguna u otra razón no ha aparecido. En fin, aquí va: 

Hay pocas cosas tan gratificantes como tocar en una banda y abrirle a uno de tus grupos favoritos. Sí, tal vez sea un triunfo menor, pero no por ello deja de ser significativo. Por eso es que la frase inicial de Ojos llenos de sombra resulta tan impactante: “Si estás en el evento más importante del año y lo único que quieres es encerrarte al baño a llorar, tienes problemas”. Y bueno, ¿quién no se ha sentido así? Tal vez ese es el éxito de Raquel Castro, que con su primer libro ha logrado conquistar no sólo el Premio Gran Angular, uno de los más importantes de literatura juvenil, sino a montones de lectores. Claro, la escritora nos revela de inmediato a qué evento tan importante se refiere la protagonista: “hace apenas un rato mi banda abrió el concierto para cerca de dos mil personas y no solo no nos abuchearon, sino que nos pidieron más. Y además le estábamos abriendo a London After Midnight. ¡Acabamos de abrirle a London!”.

La persona “llorona e inestable”, como se describe a sí misma, es Atari, tecladista de El Lado Oscuro de la Luna, una banda gótica que poco a poco se abre camino en la escena subterránea. Hay que señalar que no es un nombre artístico. Se llama como la consola de videojuegos. Por supuesto, hay veces en que la vida se ensaña y, en el caso de Atari, le dio dos hermanos con nombres que por separado tal vez no llamarían la atención, pero no es este el caso. Atari y sus hermanos, Mario y Luis (también conocido como Luigi), son parte de una familia con más problemas que soluciones; como cereza del pastel está, por un lado, el padre, que se ha metido de lleno a una iglesia bastante peculiar, y por otro, la madre, que vive para los cosméticos de Mary Kay. Así, Atari creció bajo el cobijo de sus dos hermanos, que pronto hicieron de ella una especie de mascota a la que llenaron de mimos y música oscura.

Atari tiene un problema; debe elegir entre quedarse en México con sus amigos, en especial con uno que le alborota el corazón y la hormona, o irse becada a Rusia a estudiar clavecín. La historia de A, como todo mundo la llama, sucede a lo largo de un fin de semana que se suponía debía ser mágico y sólo se convirtió en una maraña de discusiones y problemas. Es en este contexto que debe enfrentar sus problemas, miedos y fantasmas y llegar a una decisión. Claro, uno pensaría que es algo muy sencillo (¿quién no quisiera salir de aquí?), pero la autora nos muestra el mundo de A: sus amigos, su familia, sus relaciones y, honestamente, no se le puede reprochar el titubeo.

La primera novela de Raquel Castro es amena, emocionante y, sobre todo, esperanzadora. Su narrativa no tiene pretensiones e incluso desmitifica esa imagen que el dark ha creado de sí mismo. No todo es terciopelo y vino tinto ni vampiros y condesas ensangrentadas; también hay espacio para la cerveza, para jugar a los novios, para subirse al pesero y para ponerse apodos. Castro deja atrás ese halo de misticismo y nos muestra que lo único que nos hace diferentes de Atari (y ni tanto) es la música que escuchamos. ¿Es literatura juvenil? Sí y no. Ciertamente será más disfrutable para aquellos que estén pasando esa etapa tan dura que es la adolescencia; sin embargo, lo que hace la autora no necesita adjetivos: es literatura, tan simple y llano como eso. Ojos llenos de sombra es una historia honesta y fresca que logra que el lector se encariñe con Atari, odie a uno que otro personaje y llore las penas de Mario y Luigi. Es una novela que, como las mejores obras musicales, va in crescendo y culmina con la liberación de las pasiones.

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